(Nadal 2006)
Érase una vez…
… pertenecían a una Tribu mágica en la que todos
caminaban sonriendo, con las manos llenas de flores, el sol en el corazón, y la
esperanza de conquistar la luz de todas las estrellas.
En aquel lugar, sin que apenas lo percibiera nadie, la
noria giraba y giraba.
Y nada ni nadie la paraba.
Y todos se sentían seguros, porque todo estaba bien.
Decían los de la aldea que, muchos años atrás, en un
secreto ritual, los espíritus de las Hadas, con sus varitas mágicas habían
tocado todos los rincones de sus corazones, y así, los habían convertido en
Magos del amor.
Desde entonces, la LUZ , los DULCES DESEOS y los SUEÑOS FELICES
estaban siempre presentes entre ellos.
Vivían en una de las casas del final del
sendero, cerca del acantilado, en la casa trescientos treinta y uno, que sumaba
siete y en el piso dieciséis, que también sumaba siete. Número mágico.
En su mesa había mucho amor, complicidad, ritos
extraños y cantos de acción de gracias, charlas sobre el cielo y la tierra, lo
humano y lo divino. Y sobre todo, había risas, muchas risas hasta la madrugada.
Aunque bien hay que decir que tenían que dosificar un tanto las risas durante
los ágapes debido a que habían tenido con el Patriarca algunos sustos por
atragantamiento... un tanto despistado él.
En sus manos, generosidad, humor, acogida y amor,
bálsamos imprescindibles para la bolsa de cualquier Mago que se precie.
En resumen, en sus vidas, como en las de todos los
Magos, el cuenco estaba siempre rebosante de ternura; los zapatos de flores
silvestres; en los ojos, estrellas; en las manos, calor y color; en el tiempo,
retales de ratos y risas compartidas; y en el aire dulces melodías.
Todos ellos eran muy fuertes, y –como en el bello
cuento–, aún temiendo la oscuridad, podían pasear solos en plena noche. Y si
resbalaban, si se llenaban de barro o se metían hasta el cuello en el río
turbio… en medio de todo el desastre, sabían extender sus manos heladas,
arrancar margaritas amarillas y adornarse el pelo con ellas…
… Y todos caminaban, sonriendo, con las
manos llenas de flores, el sol en el corazón, y la esperanza de conquistar la
luz de todas las estrellas.
Y, sin que apenas lo percibiera nadie, la noria giraba
y giraba…
… y todos se sentían seguros, porque todo estaba bien.
Y cuentan ellos que, en las ventanas del piso
dieciséis, allá a lo lejos, el sol se despertaba cada mañana rodando suave
sobre el horizonte plano del mar y tendía la mano a la luna y las estrellas y,
juntos, bailaban una maravillosa danza al ritmo de la luz… allá en lo alto, en
el cielo azul, más arriba de donde estaban las ventanas del piso dieciséis.
Después, el sol siempre estaba en su sitio, reinando
en el día.
Y la luna y las estrellas en el suyo, abrazando la
noche.
Y al atardecer, el sol pintaba el cielo de colores,
cubría con un manto de oro la montaña serrada y se adormecía tras ella.
Era ese tiempo en el que, sin que nadie se diera
cuenta, la noria giraba y giraba…
… era ese tiempo en el que todos se sentían seguros,
en el que todo estaba bien.
Pero, cierta tarde, llegó una primavera,
y, mientras todos, como siempre, caminaban, sonriendo, con las manos llenas de
flores, el sol en el corazón, y la esperanza de conquistar la luz de todas las
estrellas…
en esa primavera… ¡la noria se paró!
Y esa vez, esa oscura vez en la que la noria se paró,
fue la vez en la que el sol, la luna y las estrellas se fundieron en un caos.
Fue cuando la línea del horizonte en la que se mecía el sol, se quebró y dejó
de ser plana. Y se borró el perfil de la montaña serrada…
Y el azul se hizo gris y el aire olía a frío. Esa fue
la vez en la que se les nublaron las manos y se les helaron los ojos. Esa fue
la vez en la que tuvieron que abandonar aquellas ventanas.
Esa fue la vez en la que se dieron cuenta de que la
noria había estado girando…
… allá en lo alto, en el cielo azul, más arriba de
donde estaban las ventanas del piso dieciséis.
Y dicen que esa fue la vez en la que todos estaban
desorientados y ya nadie se sentía seguro.
Y esa vez no fue bien.
Se querían mucho, y todos, por amor al
amor, renunciaron a todo. Y juntos, empezaron un camino al que ellos le
llamaron exilio.
Y fue la vez en la que tuvieron que marchar. La vez en
la que perdieron sus cielos.
… Y se dieron las manos, y juntos, cruzaron la rambla.
... ... ...
Y fue aquélla una vez muy larga, muy densa y muy gris,
en la que el camino se hizo duro y estrecho.
Fue un invierno largo, frío y áspero. Fue un tiempo
espeso y oscuro.
Fue la vez en la que en sus cielos, la sonrisa miraba
al cansancio y la realidad jugaba con el sentimiento.
Fue la vez en la que conocieron el silencio y
aprendieron a conversar mirándose a los ojos.
Fue la vez en la que sus penas eran naves, y sus ojos
eran mares... y no había secretos para ellos.
Esa fue la vez en la que muchas de sus esperanzas
cayeron, lenta, muy lentamente… Como caen las hojas muertas de la rambla.
Se querían mucho, y todos, por amor al
amor, renunciaron a todo
y perdieron sus cielos
y se dieron las manos
y cruzaron la rambla...
Y en ese tiempo pasaron muchas cosas.
Se rompieron sus velas, y cruzaron los mares con las
velas partidas.
Y los unos fueron los apoyos de los otros.
Y los otros fueron los apoyos de los unos.
Y todos, en silencio, buscaron trozos rotos y pintaron
estrellas en sus ojos, norias en el aire, y sonrisas en sus caras y en los
alientos dulces de los deseos.
Y con los pinceles de sus esperanzas, soñaron. Y
pintaron muchos horizontes. Y perfiles de montañas doradas. Y pintaron el sol,
la luna y mil estrellas.
Y buscaron toda la ilusión en sus bolsas de magia y la
esparcieron en el aire.
Y arañaron las raíces más profundas de sus tierras y
cogieron las flores de muchas primaveras.
Y plantaron muchas, muchas flores…
… porque todos ellos sabían que para que la noria girara,
era imprescindible que en cada instante naciera una flor.
Y en medio de la tempestad y de las
nieblas, cansados, despojados de casi todo, como las personas fuertes,
caminando, sonriendo, con las manos llenas de flores, el sol en el corazón y la
esperanza de conquistar la luz de todas las estrellas, convocaron
a las Hadas de los
Bosques,
las fuerzas y la Magia del Cielo y de la Tierra ,
el ritmo y las brisas de
los Mares,
la ilusión de muchas
Primaveras,
la fuerza y el color de
las Montañas,
la luz de todas las
Estrellas,
la ternura de todas las
Sonrisas…
Y esa vez, ¡ay esa vez! ¡bella, vibrante! la magia de la LUZ hizo realidad sus SUEÑOS y
DESEOS, y en una explosión de estrellas que iluminó todo el paisaje… ¡la noria
empezó a girar!
Y cuentan los que lo vieron, que en una noche de
invierno, una Noche especial, en medio de la Magia y de la Noria , en aquel hogar se encendió una luz y en el
aire sonó una dulce melodía.
Muchos decían que aquel maravilloso espectáculo de
ternura y amor se debía a que aquella Tribu estaba tocada por la Magia de las Hadas que
siempre permanecía con ellos.
¿Y ellos? ellos sabían que habían sido
elegidos por las Hadas para misiones especiales y que la magia siempre
permanecería con ellos…
… pero, además, en lo más profundo de sus corazones,
aquella noche, volvieron a percibir y comprender la fuerza y la fragilidad del
amor y la ternura y recordaron que en una noche como aquélla, en un tiempo no
tan lejano, habían recibido una consigna:
¡que nadie pare esta
noria!
... pasos de estrellas,
mil primaveras
... defender la alegría
como un estandarte
... cal anar endevant,
cal que neixin flors a cada instant
... saber que se puede…
pintarse la cara color esperanza
... repetir una y mil
maneras de decir "te quiero"
... esa arcilla que
quiero amar hasta la locura
... el amor: tan
necesario como el sol, tan inmenso como el mar
... dar gracias a la
vida
soñar, ganar… con el sol
en la mirada…
Al veros sonreír…
... la niña que ayer fui…
Nunca olvidéis que mi corazón siempre estará donde
esté vuestro corazón.
¡Ah…! no paréis de crecer…, ¡no paréis de soñar!
y la noria giraba y
giraba
y todos caminaban
sonriendo
con las manos llenas de
flores
el sol en el corazón
y la esperanza de
conquistar la luz de todas las estrellas.
FIN
"La Noria" no es ningún cuento.
ResponderEliminarEs una historia real y basada en hechos reales.
Vivida desde los corazones y escrita desde el corazón.
Por eso, porque está escrita con el lenguaje del corazón, tiene el sabor, el color y la textura que tienen los cuentos.