domingo, 29 de septiembre de 2019

"sobre ruedas..."




Cuando la vida “viene rodada”, se dice que “todo va sobre ruedas”.

Por motivos personales, estuve hace unos días en un hospital infantil.

Aún no habían empezado las visitas de rutina y sólo había casos especiales.
Lo que viví esa mañana me rompió aún más de lo que me suelen romper las visitas al hospital.

Esos niños. Pelones. Esas mascarillas de colores. Los botones gástricos. Las máquinas para respirar. Esas sillas de ruedas especiales. Con las sujeciones para aguantar la cabeza, los botones para moverlas.
Con las ruedas de colores, con bonitos dibujos… Porque ¿qué no somos capaces de dibujar por y para los niños?

Síndromes minoritarios, limitaciones... “Otros mundos".

Voy a dar un salto a lo esotérico: mi amiga Margarida, decía que estos niños eligen nacer y/o vivir en cuerpos limitados para hacer un gran salto espiritual. Y que son grandes Maestros para los “no discapacitados” (nosotros).

Quiero decir que los niños a los que, en mi opinión, erróneamente, llamamos discapacitados, son niños con otras capacidades. Con muchas capacidades que nosotros no desarrollamos debido a nuestras propias y personales discapacidades y autolimitaciones. No hay más que verlos avanzar a pesar de todo o ver sus espectaculares triunfos en los juegos paralímpicos.

Un día me gustaría hablar más extensamente sobre lo que llamamos discapacidad.

Volviendo a aquella mañana, hubo dos casos que me marcaron mucho:

Había una madre que venía de lejos (más de 200 km). Su hijo iba en silla de ruedas de las que aguantan la cabeza. No se movía, no hablaba… ni tan siquiera abría los ojos.
Estaba esperando ingresar para revisar el botón gástrico que le habían puesto hacía 48 horas y la madre estaba muy nerviosa, porque tardaban en cursar el ingreso y al niño le tocaba la medicación para la epilepsia. Si no se la daba en 30 minutos, iba a empezar a convulsionar…

Este niño tendría unos 9 u 11 años y un síndrome diagnosticado creo que hace 2 años, de los que hay contadísimos casos en el mundo.

No sé de dónde sacaba aquella madre las fuerzas para sacar de la silla a su hijo y cogerlo en brazos.

Para que su hijo (al que llamaré David para mantener su privacidad) no empezara a convulsionar, lo acunaba y le cantaba.

Su voz es una de las voces más bellas que he escuchado. Le estaba cantando “te quiero” de Nino Bravo con un sentimiento y una voz que ponía los pelos de punta.
Nos dijo que ella creía que lo único que le calmaba era la música. Y que por eso no dejaba de cantarle.

Le pregunté si lo podía tocar, y me dijo “claro, creo que le gusta… a la gente le da miedo, sabes? Este es otro mundo. Y no lo entienden…”.

Le acaricié la cabeza y le pasé todo el amor que pude.

Me rompió cuando ella, mirando a mi nieto, también con problemas, dijo: “se le ve feliz, se ríe… y, ¿sabes qué es lo que más me duele de mi hijo? Que yo nunca conoceré su sonrisa…”.

Abracé a aquella madre. La abracé con ese abrazo de madre a madre (en este caso de abuela a madre), en el que sobran las palabras.

Y no le dije nada… le sonreí.

Y me callé que mi nieto sonríe, y que ella jamás conocerá la sonrisa de su hijo, pero que a mi hija, la vida tampoco le ha dado la oportunidad de conocer la sonrisa de su hijo, mi nieto. Ni tan sólo a conocer el tacto de su piel…

Bastante dolor tenía la madre de David. ¿Cómo le iba a hablar yo de la mala jugada que la vida les ha hecho a mi hija y a mi nieto?

Ella seguía cantando “tequiero, tequiero”. Aquella música partía el alma.

En poco rato le dieron permiso para darle la medicación para que no convulsionara.
Y, 6 horas después de haber salido de su casa, vimos todavía en el vestíbulo del hospital, esperando que le dieran habitación, a David y a su madre… los dos dormidos de agotamiento.

Pasamos a la siguiente planta. Y en la sala de espera, seguía habiendo muchas sillas de ruedas.

Una niña que tenía las piernas en piel y hueso… blanca, muy blanca… Tosía. Y, su padre recogía flemitas de sangre en un pañuelo de papel. 
Aquel padre tenía la cara desencajada…

La sensación de impotencia y el dolor emocional, modifican las facciones, y desencajan el puzzle de la expresión.

La niña tenía una silla de ruedas preciosa, con las ruedas decoradas. Una Tablet muy bonita. Y un muñequito de trapo viejo, muy viejo, recostado sobre su hombro.

Yo pensé que no podía hablar, pero de pronto, le dijo a su madre “mamá, Roko tiene miedo”, y se lo enseñó a su madre (Roko tb es un nombre ficticio, el muñeco tenía su propio nombre).
Aquel “mamá, Roko tiene miedo”… estaba envuelto en la fragilifortaleza más grande del mundo sentadita en otra silla de ruedas…

Su madre le dijo que le contara a Roko que no le iban a hacer nada, que ese día era sólo para hablar.
La niña miró a Roko con infinita ternura y esa resignación que sólo tienen los niños, y se lo puso de nuevo en el hombro.
Lo acariciaba constantemente. Acariciaba a su propio miedo, que estaba en Roko.

Aquella niña tan frágilmentefuerte en su silla de ruedas tan bonita, al calmar a Roko, se tranquilizó y, de pronto, cerró los ojos. No le quedaban más fuerzas.

A la madre le cayeron unas lágrimas y, musitó “maldito cáncer…”.

Al salir a la calle, lo primero que vi fueron las ruedas de una moto, las de los coches con personas aparentemente contentas…

Al salir a la calle, vi que, a mucha gente, la vida le va sobre ruedas. Pero sobre otras ruedas. Y, pensé en eso de que “la vida viene rodada”, pero que no todas las ruedas son iguales.

Y, volví a pensar lo de tantas veces: que la suerte no es nada conseguido. Que la suerte está en manos del azar, que maneja esos hilos invisibles…
Y que cada vez tengo más preguntas. Y todas sin respuesta.
Y que, al final tengo cada vez más la certeza de que sobran las preguntas. Bloquean.

Y, sigo pensando en que “la vida viene rodada” y “todo va sobre ruedas”… pero que hay muchos tipos de ruedas.
(vicky manzano)

Setiembre 2019

miércoles, 11 de septiembre de 2019

nunca me digas que no!

"Nunca me digas que no puedo hacerlo.

A mí, que he bailado con dos corazones.
Y he respirado con cuatro pulmones.

A mí, que he sido hielo, fuego y viento.

Que he llevado en mi vientre
el peso de dos mundos,
y he parido la vida a gritos.

Que he abrazado a la tristeza sin miedo.
Y he llorado sonrisas.

A mí no me digas
que no soy capaz
de algo!!

O de todo..."
(Eva López Martínez)

#no
(publicado en instagram @desdemimirada el 13.02.19)