miércoles, 15 de mayo de 2019

MI VALLE Y MI BARRANCO


Este es el valle sobre el que más veces he practicado la meditación y la contemplación.
A veces no hace falta conocer técnicas... sólo depositar la mirada y sentirla.
Él, el valle, desde mis 9 años, me enseñó el paso y las formas de las nubes.
El color del sol y el calor del frío.
Los ciclos de la vida en tapices de color.
Las olas de los árboles y la hierba...
Y me mostró que se puede mirar tan lejos que desde 60 km de distancia, se puede ver el horizonte del marinfinito.
Trotando por sus barrancos, conocí los arañazos de las zarzas y el tacto y la atrayente imagen de las olas doradas del trigo...

Ardió. Y lo vi renacer de las cenizas después del fuego.
Como impasible a lo ajeno a él, seguía su ciclo...
En él vi mucha esencia de vida.
Y de muerte.
Me mostró el ritmo de su esencia y los submundos de sus mundos.
Él forma parte de los paisajes que tienen voz en mi corazón y le hablan del camino.


Hoy hace 14 años q la vida, extrañamente, no soltó mi mano.
Muchas veces he dicho q algo me debía quedar por hacer y, tal vez, por aprender...
Últimamente, medito sobre palabras y sus conceptos (siempre hay q intentar semillar el espíritu).

Y hoy medito y comparto el sentido de una palabra:
IKIGAI: concepto japonés que significa "la razón de vivir" o "la razón de ser". Según la cultura japonesa, todos tenemos un ikigai. Encontrarlo requiere una búsqueda continua en uno mismo, profunda y a menudo prolongada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario