jueves, 26 de diciembre de 2013

RETALES

RETALES


Llamamos retales a los trozos o porciones de tela, papel, comida, cinta o cualquier cosa que nos sobra al terminar algo y, una vez acabado el trabajo, oficialmente ya no sirven.

Entonces quedan almacenados, en el mejor de los casos, con otros compañeros, en una caja o en el rincón de un cajón. Y a veces, sin saber ni cómo ni por qué, aparecen inesperadamente en nuestras vidas.

Son pequeños, irregulares, aparentemente inútiles…

Y, sin apenas darnos cuenta, nos transportan a su origen que, normalmente, está desvanecido, desdibujado en nuestra memoria…

Y es así como al verlos, los re-conocemos y toman nueva personalidad, fuerza y color… 

Es porque tienen esencia propia.

Y esa esencia, si la recogemos, es la que nos ayuda a formar un puzzle, un patchwork con un paisaje nuevo y, muchas veces, sorprendentemente hermoso.

Son ellos, los retales, los trocitos, las pequeñas cosas… los que, la mayoría de las veces, al final forman la verdadera obra de arte, el tapiz que representa con mayor fidelidad las huellas del tiempo.


Pasamos por las vidas de las personas.

Nuestras vidas pasan por las suyas.

La vida pasa por nuestras vidas…

Y, en el mejor de los casos, nosotros pasamos por nuestra propia vida.

Y van quedando retales, recuerdos en la cabeza y en el corazón. Trocitos que creíamos olvidados, pero que al re-encontrarlos, nos des-adormecen los sentidos y nos re-tornan al olor, al color, al sabor, al tacto.

Entonces es cuando se despiertan sensaciones, sentimientos que suben a la superficie...

Nos damos cuenta de que lo menos importante es su tamaño o el tiempo que hemos estado en contacto con ellos. Lo importante es la huella que han dejado en nuestro corazón, en los archivos de nuestra mente y de nuestra alma.


Y, de pronto, comprendemos que forman parte del decorado de nuestros escenarios. Que han dado forma a nuestras vidas. A veces más de lo que hubiéramos querido. Otras, menos de lo que deseábamos.

Y, al retomar el contacto con esos retales, tomamos conciencia de que de nosotros depende la forma del trabajo final. Del encaje de las piezas depende el más estridente y alborotado de los tapices o la obra magistral que ha sabido unir las experiencias de forma armónica, dando luz a los oscuros y matizando colores.

Al encontrarlos y formar el puzzle, comprobamos que terminamos trabajos, cerramos capítulos.

También nos recuerdan que son polivalentes y multiusos, que una pequeña porción es capaz de dar color y calor a nuestra historia, a nuestra vida.


Es sano y bueno agradecer cada retal de nuestras vidas. Sentir gratitud hacia aquellos trocitos que de pronto encontramos arrinconados, semi-adormecidos, en una caja, en un cajón o en el último de los rincones.

Todo es nuestro.

Mirarlos y saberlos unir al resto de retales. Crear el verdadero patchwork lleno de vida y color, depende de nosotros.


Para ello hay que tomar la decisión de soñar, sentir, dudar, volar, llorar y reír en libertad.

Poder ser nosotros mismos desde nuestra esencia.

Crecer desde nuestro verdadero núcleo.

Sabernos libres para jugar, sacudir ataduras y atar lazos.

Escoger los trozos.

Amar el trabajo, bendecir el dibujo y mimar la obra.


Y soñar. Siempre soñar. Porque soñar es siempre el principio de un sueño hecho realidad.



Nit de Nadal de 2013.

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